lunes, septiembre 1

Posted by Anónimo Posted on 10:05 | No comments

El abrazo


Quedé pensando en la buena luna llena que iluminaba tu rostro de tez morena, mientras tu expresión perfila tu brillante sonrisa. Aunque de atónita fui, al ver tu llegada bajo el sol radiante cubierto de calor de adrenalina, sin aliento alguno que respirar en tu dulce y amargo aroma. Creí que era todo un sueño cuando tus ojos penetraron hacia el primer beso apasionado que fue marcado a mis labios sin pensar del prolongado tiempo distanciados que ya era casi imposible de rastrear el gran sello de amor. Que no me esperaba ese sentimiento fuerte en mi despertar junto a tu mirada tan fija en mi abrir de ojos cuando crei que todo podría ser el color mariposa. Pero el instante podría ser inoportuno si no me abrazarías con tus recuerdos armoniosos, como al sabor dulce de una manzana cubierta de azúcar derretida que deja el más bello día para disfrutar de la dulzura, así como un niño que por primera vez prueba el más delicioso y corre saltando sin cesar de felicidad amando a la vida tan dulce. Y así fue el abrazo, como en los tigres de piel blanca que se encariñan mutuamente, como último abrazo de despedida, el récluta del ejército vuelve a la ciudad y abraza a su novia locamente, como el abrazo más marcado a un ser querido que termina su vida para morir, como la madre a su hijo llendo al primer día de clases, como el abrazo del nunca jamás. No sé cómo nombraría ese abrazo, ni cómo definirla para que sea destacado en la historia. Ciertamente diste el primer respiro para decirme "te extrañé". No había otra palabra que pensar y simplemente fue aquel dicho que más esperaba oir.

domingo, agosto 31

Posted by Anónimo Posted on 22:26 | No comments

Carta III



Santiago 17 Noviembre 2007

No estabas ahí, te esperé creyendo que podias estar ahí, mientras imaginaba que vendrías por mí. Pero no, no apareciste dejándome caer las lágrimas que ahorraba para mi sufrir. Hasta bebiendo de lo que sobraba para los dos, cuando observaba las sonrisas contagiosas que ascendía aquello lugar. Me dejaste marchar como un vago sin hogar, aunque todavía me quedaba respirar otro aire puro. Lo siento, me sentí rechazada. No me llames más, no me busques por favor, olvídame antes que escribas palabras para yo recibirlas. No puedo, no necesito otra vida. Sólo espérame unos años más. Ya no es el momento apropiado para confiar de tus alegrías. Sólo quiero que no me busques y no me dejes señales para creer que tú puedas aparecer. No, lo siento, olvídame.

Natacha
Posted by Anónimo Posted on 21:55 | 2 comments

Carta II



Santiago, 30 Octubre 2007

Inquerido Amor:

Nada resultó lo esperado. Tantos trámites que no me dejabas verte tan sólo un día. Sí, se hizo muy difícil, quería esperar una señal de vida diciéndome que vienes caminando hacia el destino. Pero nada de eso ocurrió, nada presta atención tu llegada. No sé, ya no te creo, por tus excusas me haces verme como una tonta. Ya no sé qué decir, primero me hipnotizas y luego desapereces. Y pienso cada instante que me engañas, me mientes, me inventas cosas para ilusionarme de ti. Sólo esperaré si todo es real, esperaré si tú me buscas, aunque te paresca desconocido aquello lugar, aunq te pierdas sin razón, y vuelves con una melancolía inexplicable que muy tarde haces noticia. ¿Y aquella foto? ¿Lo has perdido? Yo sé que no, confío que lo tienes muy guardado. ¿Pero cuándo es el momento de que esa fotografía lo puedes como a un ser humano que siente el respirar, que se ve el rostro sentimental, que se toca la faz de la tez morena, que se acaricia el cabello que va contra el viento y que te ve realmente una persona que te ama y que ha soportado una vida esperándote? Eso no lo dice exactamente dentro de tu mente. NO sé, ya no me inspiras y mis sueños inventados se acabaron. Me olvidé de ti, olvidé que has llegado, no apareces ni por detrás de un árbol. Lo siento, no me puedo explicar, si tan sólo quisiera esperarte una eternidad y me volvería loca y enferma que tú no eres real.


Natacha
Posted by Anónimo Posted on 19:58 | No comments

Carta I


Santiago, 13 Octubre 2007

Querido Amor:

Nuestras palabras comenzaron alegremente, apreciando nuestras personalidades, contando de nuestras vidas, soportando nuestras quejas, riendo de lo gracioso aquello, de nuestras terribles pesares, compartiendo nuestras maneras pensativas, complicándonos nuestros horarios, soñándonos mutuamente, cuando esperábamos recibir nuestras llamadas, escribiéndonos nuestros sentimientos, informándonos de nuestros planes, ayudándonos en nuestros problemas, interpretánosos nuestros poemas, fotografiándonos nuestras cara para los dos... tantas cosas fueron sólo cinco años manteniendo nuestro amor, amistad, cinco años creciendo, aunque la lejanía no nos permitía vernos, ya sean millas de distancia. Sé que el destino llegará, con tu sueño cumplido, realizarte hasta tu última moneda en emplear tu vida cotidiana. Tan sólo queda cuatro días para esperarte, ¡oh!, cuán rápido ha pasado el tiempo, la rapidez sigue avanzando mientras los cinco años fueran contados como segundos soñados de tu imaginable rostro fotografiado, sin saber la creatividad que llenabas con las imágenes secuenciadas, como si caminara por la orilla de la hermosa playa de Valparaíso, como el tomar de nuestras manos, como el momento de acariciar nuestras pieles hasta el instante de nuestro primer beso. Todavía tengo esa ansiedad grande de poder anhelar, de poder necesitar, de poder querer nuevamente estar a tu lado para decirte que te amo, para agradecerte todo lo que haces por mí, y todo lo que hoy estás haciendo por mí.

Veo el cielo nocturno que me dice que estás descansando felizmente, como ver a una bebita dormir. Hasta cuando amanezca, pueda esperar verte despertar, el gran momento de tu abrir y cerrar de ojos, luego de que partirás a bordo directo hacia a mí. Si eso no resultara de lo prometido, te seguiré esperando en preciso día en el aeropuerto, o quizáz esperar tu llamada telefónica cuando sea tu llegada, no sé. Sólo quiero despertar en el día más importante de mi vida que después de cinco años, sorpresivamente tú estés a mi lado. Sí, es cierto, nuestra esperanza nunca deja de ser, y las oraciones cada vez más están siendo respondidas y bendecidas. Para ser tu niña, mujer más feliz de mundo junto a ti. Para hacerte el niño, hombre más feliz de todo el planeta.


"Te amé, te amo y te amaré por siempre en la eternidad.
Te quise, te quiero y te querré por toda la vida junto a ti".


Santiago, Chile 2007


[ esta carta fue escrita para un amor de mi pasado ]

lunes, junio 2

Posted by Anónimo Posted on 10:20 | 1 comment

La visualización


Aquello tarde caluroso de un fin de semana en Viña del Mar, se siente la adrenalina y la felicidad a través de la música movida que palpitaban los grandes parlantes del recinto donde me encontraba. No había mucha multitud porque la brisa no los podía consumir, y el sol radiante que prohibía la piel de aquellos que creían que podría ser dañino. Pocos quedaron disfrutando la alegría en el ambiente que salpicaban las gotas de agua, mientras tan sólo dos niños sonreían, reían, saltaban sobre las aguas, jugaban alegremente sin importar la pobre cantidad del medio social. Al verlos puede ser triste, pero ellos viven en la inocencia que muchos tienen cuando más lo parecen. Porque el agua que corre sin cesar no obligaba a que mire a su alrededor, sino que hacía vivir el sentimiento único cuando dejas que el cuerpo se hunde lentamente bajo el agua. Es increíble que pocos lo puedan sentir, aunque siempre busca maneras de prevenir tragedias dentro del agua o preocuparse de que nadie se ahogue.

La diversidad continuaba mientras el sol no bajaba al atardecer y la faz del agua permanecía intranquila cuando las pequeñas manos de los niños hacían brillar la naturaleza. Ese momento no me dejaba de pensar, cuando me volteaba rara vez cerca de la orilla del agua, lo que me pedía que cambie de posición para sentir el calor del sol y quedar en el sueño profundo. Mis ojos cerrados no perdían el impulso, me concentraba en sólo vivir la alegría prematura sin pensar los grandes obstáculos que llegarían. Poco a poco dejaba aflojar mis extremidades del cuerpo como si estuviera durmiendo en una hamaca paraguaya que trajo un día mi padre del extranjero. Era el presentimiento que nunca antes lo había sentido, no sólo dormía ni soñaba, sino que mi cuerpo llevaba a un lugar que me desconocía la textura. Me obligaba a no abrir los ojos para no perder el momento que quería experimentar. Luego el ambiente se puso frío, la respiración no era la misma, el ruido soñoliento de las personas se había mezclado al silencio, el sudor y las aromas me eran reconocidos a mi infancia. Creí que era el sol que había cambiado de ángulo a mi pasado pero era yo misma cuando comencé a recordar los episodios recientes. Y mis manos dejaban que las partículas del ambiente me llevaran a cierto lugar sin sentir nada para identificarla. Cada vez más mi cuerpo se desvanecía al profundo descanso que jamás lo había sentido, quizás nunca recuerde cómo era vivir en el vientre de la madre lleno de líquido o cómo era cuando después de nueve meses estás en el aire. ¿Sería un pez humano? ¿Una sirena como en las fantasías mitológicas? ¿Dónde me pudo pasar a cuestionar lo que realmente estaba viviendo y no hallaba respuesta alguna para llegar al fin sin saber cuál era el concepto de la experiencia? ¿O quizás los gringos nunca han descubierto esa explicación cuando una persona, a ojos cerrados, vive el “algo que nunca lo ha vivido”?. No sé, no soy experta en ese tipo de cosas, tampoco creo que soy la única que ha tenido el gran momento de buscar las razones o significado de aquello momento que viví en las orillas de la playa. ¿Estaba en la playa? Ni siquiera había abierto los ojos cuando sentí que me llevó a otro lugar, tampoco pensaba abrirlos porque no quería dejar de vivirlo, y si lo abriera, nadie me creería ni tampoco volvería a hacerlo. Me sentí de una manera inexplicable, poco lógica y menos cultural. Debió ser el sol que me absorbió las energías en mis venas o el viento que quizás venía de otra parte y escoge a personas admiradoras al agua y al sol.

En fin, ya no me quedaba otra alternativa de buscar la razón, porque ¿cómo lo podría sentir sin saber la respuesta que tal vez esté escrita en algún libro de los siglos posteriores donde pueda descubrirlo y donde la gente me crea que no estoy enferma y que no les parezca estúpido? La gente habla en distintas cosas que no lo puedo negar, porque no hay cerebros que piensan lo mismo sino que hay motivos de experiencia para llegar a un mismo pensamiento. Y desgraciadamente tuve la tristeza de abrir mis ojos. La visión me fue tan clara como el agua, sí, me encontraba volando con las gotas del mar que subieron conmigo y la sociedad no dejaba de observarme con ese asombro que ninguno podía tener en lo cierto, mi cabello mecía contra el viento y chocaba contra las aguas que flotaban. Y de un cerrar y abrir ojos, la historia había acabado. El capítulo desde que cerré los ojos hasta al abrirlo estaba en mi punto débil, que cuando no sabes en lo absoluto la razón, tal vez la visión me lo tradujo, tal vez esa mirada era la respuesta, tal vez ese sentimiento era el que nunca lo podré vivir en un futuro. Jamás pensé que en una tarde calurosa podría llegar a pasarme lejos de la estresante ciudad capital que vivo. Me sentí inmóvil con nostalgia, con la línea de mis labios que lentamente me fue sonriendo y mis ojos parpadeaban de manera que fue precipitando los colores vivos de las plantas. La nitidez en lo que veía fue exactamente mejorable de mi vista pasada. No creí que las aguas del mar me darían la mejor satisfacción que selló en mí al saber que no todo es fantasía cuando cierras los ojos e imaginas cosas que nunca antes lo habías sentido. En sí, cada gota es como dar lo mejor que puedes hacer, porque es lo que mi rostro reflejara la exaltación que nunca podré dejar de disfrutarlo. En donde cada día sería el nuevo día, la nueva gota de agua del mar que florecerían las flores del jardín colorido de mi casa. Sin importar el pasado que ha recorrido en mi vida, y sólo ese capítulo ha cambiado mi manera de vivir en sólo vivir el presente y el futuro. Quizás el futuro no es mi gran fuerte y puede que con el traspaso del tiempo las cosas van cambiando sin darse cuenta que no era el plan futuro. Pero hay que tener fe en Dios, la certeza y la confianza en que estoy bajo su protección, y que en el camino nada me desamparará ni me apartará de su mano poderosa que separó las aguas y a las tierras en el día de la Creación.